Con toda la carga

Con toda la carga
sobre los hombros del desaliento
amo estos veinte siglos
desde que llevamos la cuenta
de eneros, junios y diciembres
convertidos en ceniza
a merced del viento implacable
de los días efímeros.

Millones de años de evolución
desde la piedra y el garrote
hasta tecnologías interestelares
a prueba de imaginación ardiente
y Julios Vernes soñadores .

Nadie pensaría hace un milenio
que diez siglos después
el ser humano podría volar,
comunicarse a distancias infinitas
y tener a mano
un remedio para casi todos los males
pero que seguiríamos matándonos
en guerras estériles
por ideales carcomidos,
por fronteras obsoletas
y por tantos odios inexplicables
(si es que algún odio puede explicarse).

El bien y el mal
en permanente lid
día y noche sin descanso.

Caín mata a Abel
en cada jornada sangrienta
sin inmutarse.

Nada parece cambiar
el signo de los tiempos
y el siglo XXI con su animadversión,
su desafecto y tanta hostilidad
se parece mucho al IX
y también al XI o al XIX
con ligeros cambios,
pequeños avances,
simples retoques estructurales.

Solo el amor,
sin banderas ni líneas imaginarias
en el mapa materialista del encono,
puede convertir desprecio en respeto
ofensa en cortesía
y vilipendio en elogio veraz.

Que la Navidad
no se reduzca a una lapso fugitivo,
que dure todos los días de tu vida
con sus luces de afecto
siempre encendidas
y el corazón dispuesto desde el amanecer
para el abrazo de cada día.